viernes, 22 de mayo de 2015

El 15M celebra su cuarto aniversario reivindicando los derechos que permitieron su existencia: “No nos amordazarán, la lucha sigue en las calles”

Los días 15 y 16 de mayo se realizaron actos conmemorativos de la movilización social conocida como 15M que comenzó en 2011 en la Puerta del Sol de Madrid y que se extendió por otras plazas de España. El día de San Isidro desde las once de la mañana hubo en Sol un buzón de iniciativas, asambleas y talleres y, para finalizar la jornada (8 de la tarde), teatro denuncia a cargo del colectivo No Somos Delito. Sin embargo, el día grande del aniversario fue el sábado 16, pues se convocó el acto de protesta por excelencia, la manifestación, la cual a partir de las seis de la tarde transcurrió pacíficamente de Cibeles a Sol. Fue al mismo tiempo un acto de celebración que una marcha reivindicativa. Se entonó el “Cumpleaños Feliz” y en las pancartas y proclamas se mencionaron viejos y nuevos temas. Como en otras ocasiones se llamó “estafa” a la “crisis económica”, se reclamaron los servicios públicos (sanidad, educación, justicia, agua, etc.) y se voceó contra los desahucios, la pobreza, la corrupción. Pero un tema destacó sobre los demás: la reivindicación de los derechos  que permitieron al movimiento su propia existencia, es decir, el derecho de reunión y la libertad de expresión. Junto al derecho a la información son esenciales para la democracia. En virtud de estos derechos los ciudadanos han podido reunirse  libremente en las calles para debatir en asambleas y protestar en manifestaciones, así como saber unos de otros y divulgar los hechos internacionalmente. Estos derechos se convierten en instrumentos de lucha y son fundamentales para una democracia más participativa. Sin embargo, son derechos que están en peligro debido a las leyes neofranquistas del Gobierno del Partido Popular: Ley Mordaza —llamada eufemísticamente Ley de Seguridad Ciudadana—, la reforma del Código Penal y el Pacto Antiterrorista. Estas normas criminalizan la protesta social que es la base del movimiento 15M, de ahí que la pancarta de cabecera intentase reafirmar su propia esencia: “No nos amordazarán. La lucha sigue en las calles”. La protesta contra las leyes mordaza y la represión policial se vio reforzada con la participación de No Somos Delito, cuya pancarta “No a la Ley Mordaza” iba portada por personas amordazadas, y de Greenpeace, que avanzaba con una réplica enorme de la escultura de un león de la entrada del Congreso de los Diputados que llevaba una mordaza amarilla. En el mismo tema ahondaba la presencia de actores o payasos disfrazados de agentes de policía. “La voz del pueblo no es ilegal” y  “Sí se puede” fueron las proclamas más coreadas.
Una vez que la manifestación llegó a la Puerta del Sol se sucedieron los otros eventos programados: actuación de la Solfónica, “cacerolada estatal”, representación realizada por el grupo de teatro del 15M de Arganda, “microabierto” para quien quisiera intervenir y “micromanifiestos”.
Enorme despliegue policial para una manifestación pacífica y festiva
La manifestación no había sido comunicada oficialmente a las autoridades, aunque la difusión de la convocatoria había sido constante durante la semana anterior en las redes sociales. No obstante, los agentes de policía procedieron con las identificaciones nada más se desplegaron las primeras pancartas. La manifestación ni se prohibió ni se reprimió —periodo electoral: sólo faltaba una semana para los comicios—, pero fue extremadamente vigilada por la policía. Para que transcurriera la protesta se cortó el tráfico en los carriles de la calle de Alcalá en dirección a Sol y los agentes se apostaron en el separador de las dos corrientes de la circulación. Esta ubicación de los agentes suele ser habitual y comprensible, esto es, se trata de marcar claramente la zona en la que sigue el tráfico de vehículos y la zona por la que avanza la manifestación. Es más desacostumbrado, en una protesta pacífica y no exageradamente masiva, que haya muchos agentes en las aceras; sin embargo allí estaban apostados, uno a dos o tres metros del otro, junto a los edificios, viendo pasar la marcha por los carriles de subida, los transeúntes, los turistas, los mirones. De esta manera la marcha quedaba cercada a la izquierda por los agentes subidos a esa pequeña mediana que divide las distintas corrientes del tráfico; a la derecha, por los apostados en las aceras; también había agentes y furgones cortando el paso por Gran Vía y en la cola de la protesta, cerrando la misma. Además de esto, cerca del cruce con la calle del Barquillo algunos agentes se pusieron frente a la cabecera de la marcha e hicieron fotografías con sus móviles. Esta excesiva vigilancia policial contrastaba con una protesta que en sus primeros metros era poco numerosa, aunque la cantidad de participantes fue creciendo camino a Sol. Al principio sólo ocupaba el tramo que va desde la confluencia con Cibeles hasta pocos metros más allá del cruce con la calle del Barquillo, si bien es cierto lo que decía una señora: “Parece que vamos muy ‘apretujaos’”.
La réplica de cartón piedra del león del Congreso con su mordaza amarilla se iba desplazando gracias a una plataforma con ruedas arrastrada por voluntarios de Greenpeace. Su entrada hacia el centro de la marcha fue aplaudida por los congregados al tiempo que gritaban “La voz del pueblo no es ilegal”, “De Norte a Sur, de Este a Oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste”. El conjunto apretado de la protesta se iba abriendo y la gente avanzaba caminando o bailando al ritmo de los tambores. Había gente de todas las edades: jóvenes, mayores, personas en sillas de ruedas y bebés en carritos. La batucada se situó en la parte delantera de la marcha animando a la concurrencia con su percusión, baile y consignas encajadas en la propia música: detenía o aminoraban el sonido para vocear “Justicia”, “Dignidad”, “No somos mercancía”.
Parodias policiales
Al carácter lúdico de la protesta también contribuyeron los actores con la cara pintada de blanco y narices rojas de payasos que parodiaban la represión policial. Eran los del grupo de teatro del 15M de Arganda que iban disfrazados de antidisturbios con ropas negras, cascos de montar en bici también negros, porras y escudos de cartón y plástico. En la marcha danzaban “pegándose” porrazos entre ellos. Cerca de la cabecera otro actor o mimo iba sobre altos zancos, vestido de azul marino con una gorra que se asemejaba a la de los agentes. Sobre su espalda se leía “Policía Necional”. Tenía la cara pintada de blanco y su nariz de payaso era negra. También llevaba una porra y una libreta. En su representación burlesca juagaba a golpear en broma con la porra a los más cercanos y, de vez en cuando, el "policía necional" se daba algún cachiporrazo a sí mismo.
Los asistentes no portaban de forma destacable ni pancartas ni banderolas de los partidos políticos. Sí llamó la atención de curiosos y fotógrafos un manifestante con una camiseta en la que ponía “Podemos. México”. Las pancartas más numerosas eran las de las distintas asambleas populares del 15M de las localidades de la comunidad autónoma y de los barrios de la capital, por ejemplo: Sierra Norte, Coslada, Malasaña, Carabanchel, San Blas, Usera, Puente de Vallekas, Hortaleza, Prospe. También acudieron los Yay@flautas de Madrid con su pancarta “Luchamos y lucharemos”, y otro colectivo de mayores que coreaba “Sin memoria no hay democracia”. En la parte trasera de la marcha estaba el colectivo Transmaricabollo de Sol que, entre otras cosas, cantaba: “Vamos a quemar la Conferencia Episcopal por machista y patriarcal”. Los textos que se podían leer a lo largo de la caminata eran de todo tipo, desde pequeños carteles contra el TTIP hasta una enorme pancarta que rezaba: “Unidad de todas las luchas. Por nuestros derechos y libertades. Fuera Gobierno. Proceso constituyente”.
Solfónica y “cacerolada estatal”
A las siete y cuarto la mayor parte de los manifestantes ha llegado a Sol. Se oye vocear “Ley mordaza, reforma laboral, terrorismo estatal”. El sol calienta y cae sin piedad sobre los reunidos que como pueden lo soportan. Se veían viseras, sombreros de verdad o hechos con papel de periódico, algún paraguas haciendo la función de sombrilla, pero la mayoría no llevaba nada sobre su cabeza para protegerse de los rayos del sol. El escenario se estableció donde siempre, o sea, en el lado de la “ballena” —entrada acristalada al tren de Cercanías— que mira para la calle de la Montera. La gente se agolpaba en semicírculo de cara a este escenario, donde ya actuaba el coro de la Solfónica. Sobre los cristales de la “ballena” habían colocado a modo de telón de fondo un sol de cartón y varias pancartas, entre ellas la de cabecera y estas otras: “Invisibles Villaverde. Desempleo, precariedad, pobreza, desahucios”; “El que sueña no es traidor. 15M Desobediencia”. En un lateral también lucía estirada una bandera de Palestina. Unos cuantos jóvenes estaban subidos  en el lateral de la “ballena”, entre pancartas y carteles. Unos hacían fotos o grababan, otros escribían en el teléfono móvil —parecía que tuiteaban—, otros observaban la dimensión de la protesta.
El escenario no está elevado, es el mismísimo suelo. La Solfónica canta “Queremos una democracia real…”, pero no se oye muy bien debido a que el bullicio aumenta en la plaza conforme llegan más y más manifestantes. Pasan los minutos y los reunidos van tomando posiciones: crece el número de personas que se sientan en el suelo y también el de las que están de pie detrás de los sentados. Por la derecha va acercándose a la “ballena” el león amordazado del Congreso mientras el gentío jalea su entrada. La Solfónica entona Rianxeira  con la letra modificada: “Chorizos vienen y van…”. La concurrencia aplaude y la disposición a escuchar es cada vez mayor lo que hace que disminuya un poco la bulla. La gente vocea las conocidas consignas: “Sí se puede”, “Que no nos representan” y, otra vez más, “La voz del pueblo no es ilegal”. Desde la Solfónica se anuncia la siguiente canción: “Manos de mayo”. El público presta atención, al coro se le oye bastante mejor. Más silencio para escuchar, más emoción. Los concurrentes levantan los brazos con las palmas de las manos abiertas y los dedos separados haciendo un movimiento de semigiro. La Solfónica corea el final de la canción: “Manos, desnudas manos / Manos, desnudas manos”. Seguidamente los congregados a voz en grito proclaman: “El pueblo unido jamás será vencido”.
Por el micrófono se presenta el próximo acto, la cacerolada convocada para las siete y media a nivel estatal, es decir, en diferentes ciudades. Comienza el ruido. Al principio se oye el estruendo de silbatos, tambores, carracas y algunos utensilios pequeños de cocina (cazos de servir y vasos metálicos contra cucharas). Conforme avanzan los segundos los que no han llevado nada se animan a aumentar el ruido con lo que pueden: unos cuantos sacan sus llaves y las agitan; el contagio es inmediato, mirando en panorámica se ven llaves en alto por todo el semicírculo. Los disfrazados de policías dan porrazos sobre sus simbólicos escudos. Algunos hacen ruidos con la boca, por ejemplo, gritan y se dan con la mano como si jugasen a los indios. Otra gran cantidad de gente ha decidido aplaudir todo el tiempo. En el último minuto dan palmas acompasadamente, el acto se aproxima a su fin, el ruido da paso a un grito muy vehemente que pronuncian repetidamente: “Sí se puede”.
“Un sol distinto salió del Kilómetro Cero de Madrid”
A la izquierda de la “ballena” sujetan una pancarta desplegada en lo alto donde se puede leer: “Marea Básica. Contra el paro y la precariedad, renta básica”. Por la misma zona continúan aún extendidas en lo alto las pancartas de las asambleas populares de San Blas y Puente de Vallekas. De allí sale el sonido de la batucada que animó a bailar a los congregados mientras aguardaban el siguiente evento, la actuación del grupo de teatro del 15M de Arganda, que empezó un poco antes de las ocho de la tarde.
A ver la función se quedó mucha gente, incluso se sumaron curiosos y paseantes. Para que pudiera ser mejor disfrutada por todos se pidió al personal  que se sentase, así que el número de espectadores por el suelo llegó a ser igual o mayor al de los que estaban de pie. La “ballena”, el escenario y las primeras filas del público estaban al sol. Hacía calor en esta parte y una mujer con una botella con espray rociaba agua sobre algunos de los sentados al sol que había cerca de ella. La otra mitad del público, la más alejada del escenario, quedaba situada a la sombra que a partir de aquella hora se iba alargando bastante y proporcionaba un ambiente más agradable.
En la función un hombre y una mujer leen alternativamente un texto, son los narradores. Como los demás actores van vestidos de negro y llevan las caras pintadas de blanco. Comienzan su relato hablando de desigualdad entre ricos y pobres, banqueros y pensionistas. Mencionan las medidas políticas de recortes y las privatizaciones y se preguntan: “¿Qué hace el pueblo? Y se contestan: “Sufrir en silencio”. Recurren al chascarrillo: “Como las almorranas”. Los narradores dicen que el poder implanta un ambiente de miedo, pero que sus estrategias ya no valen y que no nos pueden engañar a todos todo el tiempo. Añaden que creían tenerlo todo atado en un marco que llaman “democracia”, pero no lo es. Entonces el público responde: “Lo llaman democracia y no lo es, es una dictadura, eso es”. El espectáculo se desarrolló de forma interactiva. Los actores denunciaban o reivindicaban un tema y los espectadores respondían con las consignas acuñadas sobre ese determinado asunto durante estos cuatro años en las diferentes protestas. La participación del público y el humor hicieron que la representación se desarrollase de forma amena, divertida, entre risas.
La narradora y el narrador enseguida aluden al propio movimiento 15M: “Un sol distinto salió del Kilómetro Cero de Madrid”. Agregan: “Alumbró la lucha social y la ira del pueblo”. Finalmente: “Nació aquí, en esta plaza, y ahora ilumina todo el planeta”. El público aplaude, hace la ola, ríe. Después los narradores proceden a hacer un repaso en el que se denuncian los diferentes problemas que han suscitado la protesta social. Hablan de la justicia “desconocida en este país” y aluden al caso del juez condenado por investigar. Luego sale un actor con chistera y un cartel en el que pone "político". La concurrencia grita: “No hay pan pa’ tanto chorizo”. Los policías antidisturbios caminan muy despacio hacia el político corrupto que se lleva el dinero para, de esta manera, simbolizar la lentitud de la justicia cuando persigue los delitos de los poderosos. Una lentitud que contrasta con la celeridad que los mismos antidisturbios se dan para reprimir a los manifestantes. Cuando los actores agentes van deprisa a pegar a los que protestan, el público vocea: “Vergüenza me daría ser policía”. El narrador explica que quien roba una barra de pan va a la cárcel y el que roba millones a Telecinco. Resuenan las carcajadas y después: “Televisión, manipulación”. La narradora dice “Nos piden sacrificio y paciencia” y añade: “Que se sacrifiquen ellos”. El público contesta: “Basta ya de tantas mentiras”.
Un hombre besa y abraza a su familia antes de ir a trabajar. Cuando está realizando su faena el jefe lo llama para despedirlo, los espectadores vocean: “Obrero despedido, patrón ‘colgao’”. Los antidisturbios acuden al desahucio de la vivienda de la familia de este desempleado; la gente grita mostrando las palmas de sus manos: “Estas son nuestras armas”. El desempleado y desahuciado tiene ahora una soga al cuello para ahorcarse, los espectadores vocean: “No son suicidios, son asesinatos”; “Un desahucio, una ocupación”. Los narradores reclaman que se resuelva el problema de la vivienda  con la misma rapidez que se tramitaron determinados indultos o se reformó un artículo de la Constitución. La narradora afirma que en la Comunidad de Madrid se producen cincuenta desalojos al día; el público responde a grito pelado: “No toleramos ni un desahucio más”.
Una actriz se pasea por el escenario anunciando los diferentes temas. Muestra un cartel que pone “Elecciones” y la narradora añade que en campaña los políticos están por todas partes. La muchedumbre: “Ladrones, ladrones”. Después se procede al recuento de votos y el público denuncia: “Tongo, tongo”. Desde el escenario se aconseja: “A quien te roba, no le votes”. Los espectadores: “Gobierne quien gobierne, el pueblo siempre pierde”.
“Sólo nos vamos a poder poner enfermos el mes antes de las elecciones”
Llegó el turno de la sanidad. Los narradores preguntan: “¿Cómo queremos la sanidad? Los reunidos responden: “Pública, universal y de calidad”. Se denunciaron los medicamentos caros para los enfermos de cáncer, hepatitis C o SIDA. Sobre el escenario algunos actores vestían la camiseta roja de los afectados por hepatitis C. El gentío volvía a gritar con vigor: “No son muertes, son asesinatos”. Pasado un rato y con más calma la narradora ironizaba: “Sólo nos vamos a poder poner enfermos el mes antes de las elecciones”. Los presentes al finalizar este tema coreaban “Es criminal recortar en sanidad”.
La narradora aseguró que a los poderosos no les interesa que haya una educación de calidad porque un pueblo inculto es más fácil de manipular. Un espontáneo se desgañitaba: “La Uni no se vende, se defiende”. Los demás le siguen. Se denunció que hay dinero para la educación privada y no para la pública. Mientras un actor pasaba un botijo a los asistentes, los narradores defendían el carácter público del Canal de Isabel II, una empresa que, según decían, tiene beneficios y un gran patrimonio. Recopilaron reivindicaciones diciendo que lo que es del pueblo debe permanecer en el pueblo: sanidad, educación, agua, transportes. Público y actores gritaron “No es una crisis, es una estafa” y “Vuestra crisis no la pagamos”.
El grupo de teatro procede de Arganda, así que antes de terminar la actuación se refirió a un problema de su localidad. Los actores, que se habían puesto a la altura de la nariz un triángulo naranja para simular el pico de los pájaros, extendieron unas tiras de plástico negras que simbolizaban una laguna. Mientras los actores movían sus brazos en torno a la laguna como si fuesen alas de aves, los narradores denunciaron el problema medioambiental de los vertidos ilegales, que es también un perjuicio para la salud. Gritaban: “No queremos chapapote”. La actuación está finalizando. Los actores y las actrices lanzan al público pétalos de flores. El público y los cómicos otra vez más vocean los lemas que les refuerzan y animan: “Sí se puede”; “La lucha es el único camino”, etc. La gente espontáneamente vuelve a cantar “Cumpleaños feliz”. Los cómicos saludan, el público les aplaude y da las gracias.
A partir de las ocho y media, el último evento: “Microabierto y micromanifiestos”. Una o dos personas se encargan de tomar el turno de palabra de los que desean intervenir. El primero en hablar es un activista de la Marea Básica. Informa sobre un caso que sobrecoge. Silencio para escuchar el triste anuncio. El próximo martes, a las diez de la mañana, un parado de larga duración absolutamente desesperado iniciará una huelga de hambre. Según indica el orador, el objetivo es pedir un debate sobre la renta básica en medios públicos. Las siguientes en el turno de palabra son dos mujeres del grupo Transmaricabollo de Sol que leen un manifiesto. El sol ha desaparecido de la plaza, pero todavía no ha anochecido. El número de reunidos va disminuyendo. El uno de julio la Ley Mordaza entra en vigor, si nada cambia lo previsto.
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