sábado, 2 de julio de 2011

Si nos aprietan más y más las tuercas ¿podría ocurrir que las democracias al servicio de los mercados dejasen de tener seguidores?

En la actual situación de crisis y protestas quizá todos nos hemos preguntado alguna vez cuánto tiempo seguirá siendo legítimo para la mayoría de la población el actual sistema democrático, concretamente el de hoy día, el que está bajo la dictadura de los mercados. Cuánto tiempo podremos seguir creyendo en él y justificándolo si ahora se nos revela como una farsa y pernicioso para el bienestar de la mayoría. El actual sistema democrático de partidos ha perdido su esencia: ya no tiene sentido elegir entre ideologías en cierto modo contrapuestas; derecha e izquierda representaban tradiciones e intereses socio-culturales muy diferentes. En estos inicios del siglo XXI y con pretexto de la crisis económica, elijamos el partido que elijamos, éste ha de seguir las directrices de los mercados. Por tanto, de nada sirve elegir entre las tradiciones ideológicas de antaño, sencillamente porque ya no podemos elegir nada, o lo que es lo mismo, sólo hay una ideología: la del capital financiero. Una ideología que se impone bajo la lógica del miedo: recortes –austeridad para los de siempre- o la quiebra del estado. No hay nada más importante que pagar la deuda, para que den más dinero y siga el endeudamiento.
¿Está la democracia en peligro? ¿No es legítima para la población? No, la democracia en sí, la de verdad, es sumamente respetada; pero lo que nadie puede justificar es esta degeneración del sistema democrático con representación de partidos que estamos padeciendo. No hay democracia real sino dictadura del capital y unos gobiernos –sean de izquierdas o de derechas-, elegidos democráticamente pero atados de manos por los usureros. Las protestas de los ciudadanos no rechazan la democracia en sí, lo que rechazan es este paripé. Quizá sea eso lo que quieren decir los indignados cuando a gritos corean: “Lo llaman democracia y no lo es”; “Que no nos representan”. No es democracia porque es dictadura del capital; y no nos representan a los ciudadanos porque en su hacer diario vemos que sólo defienden los intereses de los mercados.
El gran riesgo para las actuales democracias podría estar, no obstante, en su vertiente social. Desde mediados del siglo XX se ha vivido un periodo de paz y estabilidad en Europa con sistemas democráticos, políticas de bienestar y respeto a las conquistas sociales. Los ciudadanos podían votar a partidos de izquierdas que, como representantes de los más desfavorecidos, podían acceder al poder y frenar los desmanes del capital, e intentaban equilibrar entre clases de modo que cada vez más gente alcanzara mayor bienestar. La democracia y la izquierda servían para algo si es que introducían mecanismos para compensar a los más pobres. Esta dinámica se ha quebrado en las democracias sometidas a la dictadura del capital. La brecha entre ricos y pobres vuelve a crecer, la exclusión en los países ricos comienza a ser escandalosa. Es aquí donde surgen los interrogantes. ¿Seguirá gran parte de la población fiel al sistema democrático -que antes servía y ahora, no- o querrán otro? ¿Dejará la gente de creer en la actual democracia si están condenados a vivir peor que la generación de sus progenitores? ¿Qué discurso nos puede convencer de que debemos asistir a esta gran brecha de desigualdad social en el mayor periodo de paz y desarrollo tecnológico? Si nos aprietan más y más las tuercas ¿qué va a pasar?
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